La Orfandad de Ann / Daniel Dannery

La orfandad de Ann.

Una nota crítica sobre “Ann” (Carla Forte, 2016, EEUU.)

La realizadora venezolana Carla Forte, radicada en Miami, firma esta pequeña gran película. Forte, más apegada al “Cine Arte”, trabaja con la imaginación aplicando las técnicas de lo aprendido de los maestros del underground, el cine experimental, el guerrilla o un cine de síntesis que se vale de poco, para lograr mucho. En ese sentido, también hay un apego a un cine de carácter espiritual, como lo define su hermano Vicente (también colaborador de la artista), en la entrevista que le ha realizado a la creadora en el podcast Radio Viral.

Mucho hay de espiritual en “Ann”, los símbolos desplegados por Forte a lo largo de los poco más de 70 minutos del filme, dan una muestra del valor de los detalles y la forma como nos va guiando en su historia; Rubén (interpretado por el actor cubano José Manuel Domínguez) es un artista en horas bajas, mantiene una relación de años con Ann (bajo el carácter del venezolano Carlos Antonio León, para quien esto escribe un maravilloso descubrimiento), su pareja transgénero.

La situación se ha venido a menos. Rubén está a las puertas de la locura, y Ann intenta sostener, con la fuerza que la caracteriza, el delicado hilo de su psiquis, que ve deshilacharse día tras día, ante las miradas y las palabras inconexas del amante, quien otrora fuese un hombre con una voluntad mayor, voluntad que se ha venido disolviendo a través del pensamiento de minimización del propio Rubén. Un hombre que ya no trabaja, sino que juega con el trabajo, perdido en sus pensamientos, pensamientos que no llevan a nada, sino a la progresiva disolución de su lucidez. Mientras Ann, la amante convertida en cuidadora, de rasgos maternales, sostiene con una compresión de hierro. 

“Ann” es una película de múltiples dimensiones, en ella se sostienen las bases de un cine personal, algo que ha caracterizado la filmografía de su realizadora, capaz de unificar sus intereses en el sueño lúcido de la imagen en movimiento: teatro, danza, poesía. Hay en “Ann” un profundo sentido de lo teatral, signado por el diálogo, pero no así en su puesta en escena, más cercana a ese cine intimista que nos ha legado John Casavettes (“A Woman Under the Influence” (1974), viene a mi memoria), donde la cámara se convierte en un testigo invasivo de los rasgos de sus personajes.

La cámara en “Ann” se sumerge en los rostros, como los dedos de Rubén hundiéndose en la arcilla; como una muestra del Hefestos* impedido. Un código presente, que funciona como agente externo para ejemplificar la capacidad inactiva del artista, frente a sus herramientas; pues en vez de moldear y fabricar la artesanía para la que ha sido destinado, es convertido en un idiota sin estado de consciencia, que prefiere jugar inútilmente, de una manera poco provechosa, frente al estado de la creación: comiéndola, pegándola contra las paredes o los espejos, como piezas de un rompe cabezas o de un puñado de piezas de lego, que han perdido su sigma y que se avientan constantemente ante la incapacidad de la creación.

De una forma similar, el agua juega un rol fundamental a lo largo de la historia. La narración en “Ann” se puede delimitar en dos circunstancias paralelas: el día a día, el convivir entre la pareja, la discusión sobre lo económico, la pereza, la inactividad, la alimentación; solo tienen raíces y sopa de repollo. Y la mente de Rubén, situada en un estado engañoso, una laguna boscosa, donde de manera onírica, se nos muestran diferentes postales del surrealismo que embarca la mente de Rubén. Todo esto bajo un velo de thriller o suspenso, pues la realizadora juega con la posibilidad de que algo terrible  va a pasar o ya pasó.

En este apartado onírico, Ann es un ángel de alas de plástico, incapáz de volar, corriendo tras la razón pérdida, una salvadora imposible que cada vez se va estancando en aguas, de la misma forma como Rubén, quién es constantemente golpeado por sus cubos de arcilla a las orillas de la laguna. Este onirismo planteado, remite (y a su vez también por el atinado uso de las melodías de la opera Carmen, que funciona como Leiv Motive, a lo largo de la película) a cierta fábula de ensoñación Fellinesca, en específico a esa obra maestra: “E La Nave Va” (Federico Fellini, 1983), guardando las distancias. Pero el uso del plástico, como artificio simbólico, no deja de comunicar cierta superficialidad en el arte, de la forma como en Fellini se desplazaba el barco en un mar de polímero.

“Ann” hace lo imposible por salvar a Rubén de una embriaguez asesina, de un ahogamiento inevitable, hasta naufragar, intentado sostener su amor. Al descubrirse el final, que no comentaremos por razones éticas, el guión de Forte, en una especie de guía argumental para sus espectadores, revela un tema que no se toca abiertamente en el filme, pero que se infiere a través de sus símbolos y el comportamiento y pensamiento de Rubén: “El ego”, la piedra del tara del artista.

La fortuna de este momento final, que acompaña los créditos, no está en la revelación temática del ego como raíz argumental de la película, sino, en la forma como es retratado, una coreografía al ritmo de “Carmen”, donde el cuerpo va dibujando un poema a través del lenguaje de señas. Hay en este regalo visual una redimensión del personaje de Ann, su cualidad de musa y creadora de símbolos para el artista… su razón principal frente al hombre que la ama. Pero de nada sirve una musa creadora si la conciencia no es capaz de descifrar el mensaje. Es aquí donde radica el principio trágico de Ann, haber quedado imposibilitada y huérfana para ser entendida, es la incomprensión del lenguaje, las murallas de Babel, a sabiendas que ella es la salvación de su artista, haber quedado inútil, frente a un Eros que le ha dado sepultura a la psiquis. 

Hay una redimensión desde lo mitológico en “Ann”, no cuesta hacer los paralelismos con dos mitos, el ya nombrado Hefestos, y la incursión al laberinto de Teseo. En ambos, se transgrede la lectura hasta redimensionarlos. El hilo rojo en manos de Ariadna roto, suponiendo que el héroe se pierde en las profundidades del laberinto, devorado por el monstruo. En el otro, se plantea una pregunta: ¿y si Hefestos traiciona a Afrodita? La respuesta la pueden conseguir en la película.

*Hefestos: dios del fuego y la forja, así como de los herreros, los artesanos, los escultores, los metales y la metalurgia. Esposo de Afrodita, quien lo engaña escapando con Ares.

Loading